martes, 31 de enero de 2012

Batalla de Yerbas Buenas

La batalla o desastre de Yerbas Buenas se desarrolló en la noche del 26 de abril de 1813. También se le denomina Sorpresa de Yerbas Buenas.

En la batalla se enfrentaron las fuerzas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Puga y las fuerzas realistas al mando del brigadier Antonio Pareja.

La batalla comenzó cuando en medio de la noche las fuerzas de Ejercito Patriota se dejaron caer sobre los soldados españoles que acampaban en el poblado de Yerbas Buenas, cercano a la ciudad de Linares.

Al principio la oscuridad nocturna favoreció a los chilenos, que crearon desconcierto en las tropas realistas, dando casi por ganada la lucha, capturando parte de la artillería realista incluyendo al oficial al mando de las baterías.

Pero con la claridad del día los españoles se dieron cuenta de la posición del enemigo y se lanzaron a la carga.

El resultado fue desastroso para lospatriotas chilenos. Un tercio de los hombres murieron (460 aproximadamente), entre los cuales se encontraban el teniente Enrique Ross y el mismísimo coronel Juan de Dios Puga. Las bajas de los realistas no llegaron a 180.

A duras penas los sobrevivientes, dirigidos por el capitán Santiago Bueras, lograron escapar del contraataque realista y llegaron a la base en la ciudad de Talca, donde se había establecido el Cuartel General Patriota, a informarle al General en Jefe Jose Miguel Carrera que las fuerzas españolas estaban aproximándose a ellos.

El General Carrera ordenó silenciar la noticia y disminuir los reportes del número de bajas para no favorecer los cuestionamientos a su mando en la Guerra por parte de sus adversarios políticos en Santiago, que entorpecían desde el inicio de la Campaña el envío de pertrechos esenciales al Ejército Patriota. El próximo enfrentamiento sería en San Carlos.

Éstos primeros encuentros, si bien no representaron "contundentes victorias" para la Causa Patriota iniciada y encabezada por Don José Miguel Carrera en 1812, al menos consiguieron detener efectivamente el avance realista hacia la capital, obligándoseles a retroceder hacia el sur.

Por Eduardo A. Cumplido

martes, 10 de enero de 2012

La muerte... o no, del Zar Alejandro I

El zar Alejandro I era nieto de Catalina la Grande y es considerado como uno de los soberanos Ilustrados de la Historia, ya que fue educado en la corte de su abuela bajo los principios de Rousseau, además, de su padre heredó un profundo amor por la Humanidad a la par que un gran desprecio por el hombre.


Pero si algo hizo famoso a Alejandro I fue su relación con Napoleón. Primero fueron enemigos, luego amigos y finalmente presionado por la nobleza rusa volvió a la beligerancia contra el Pequeño Gran Corso. Estas relaciones se tradujeron en la invasión napoleónica de Rusia, conflicto en el que el General Invierno tuvo su gran momento de gloria convirtiéndose en pieza fundamental del descalabro francés y del triunfo ruso.

La personalidad del Zar daría para un gran estudio sicológico, y es que parece que el hombre no andaba muy allá en lo referente a salud mental. Así se creyó designado por la divinidad para enfrentarse a Napoleón, el cual decía de él que era un “bizantino sospechoso”, Lord Liverpool opinaba que era un personaje “indeciso y desconfiado” y otros directamente le tachaban de “loco”.


La cuestión es que el Zar terminó inmerso en una gran depresión, para tratar de aligerar su dolencia se trasladó a uno de sus palacios de Crimea, en busca de paz.  Corría el año 1825 y la muerte por tifus o paludismo, la cosa no aparece clara, le alcanzó “oficialmente” el 1 de diciembre de ese año en Taranrog. Y digo oficialmente, porque desde el primer momento se extendió el rumor que el Zar había fingido su propia muerte para huir de la vida que llevaba.

Además, el cadaver expuesto del Zar era totalmente irreconocible para todos los que lo vieron. Para alimentar más la leyenda pocos años después entró en escena el ermitaño Fiódor Kuzmich, también conocido como Fiódor de Tomsk. Este ermitaño, además de por su existencia ascética se hizo famoso por el refinamiento de sus modales, su gran formación política y por el conocimiento de datos que solo alguien muy cercano al gobierno podría conocer.

No hizo falta que pasara mucho tiempo para que muchos vieran en él al “difunto” Zar de Todas las Rusias, hubo incluso quién llegó a reconocerle, como un veterano soldado, que no conocía al ermitaño, y se arrodilla ante él cuando se lo cruza en un camino y le rinde honores de soberano, acción ante la cual Fiódor responde enojado diciéndole “Solo soy un vagabundo”. Fiódor falleció en 1864, canonizado en 1984, y gozó siempre de gran veneración por parte de la familia imperial, que incluso llegó a visitarle asiduamente en vida, hechos estos que alimentaron aún más la hipótesis de que este ermitaño se trataba realmente de Alejandro I.


40 años después de la muerte “oficial” de Alejandro I, su sobrino-nieto Alejandro III mandó abrir la tumba de su antepasado en San Petersburgo, quería con esta acción acallar los rumores sobre si Alejandro I había muerto o no, pero se quedó con un palmo de narices ya que la tumba la encontraron vacía.

También se volvió a abrir la tumba en 1926, con evidentemente el mismo resultado y así sigue. Conclusión, que realmente no se sabe que ocurrió con Alejandro I, pero la creencia de que se tratara de Fiódor el ermitaño no es del todo descabellada.

José Luis de la Mata Sacristán