Los relojes marcaban las 20.52 horas del 15 de enero de 1944, cuando se produjo un devastador terremoto en la ciudad de San Juan. El sismo tuvo epicentro a 20 km al norte de la ciudad citada, en las proximidades del paraje La Laja, departamento Albardón.
Dada su magnitud, del movimiento telúrico las estimaciones iníciales narraban que se habían producido más de 8.000 víctimas. Los efectos desastrosos no se debieron sólo a los violentos sacudones, sino a la precariedad de las construcciones.
En la enorme tarea de reconstrucción se improvisaron distintas barriadas humildes. La ubicación de estos asentamientos, se situaron sobre la periferia de la ciudad.
Uno de los barrios más antiguos del Departamento Rawson, lleva por nombre Capitán Lazo: y comprende las calles Avenida España hacia el este, República del Líbano al norte, Calle Cecilio Ávila al sur y Lemos al oeste.
El nombre del barrio, veremos que no resulta caprichoso, tiene un sentido notable, ya que recuerda una de las manos solidarias, que en medio de una desgracia corrieron solicitas, más allá de los riesgos que pudieran sufrir.
Como consecuencia de la calamidad que vivía la ciudad de San Juan, la acción fraterna de muchos países se hizo presente. Chile con vasta experiencia de un territorio castigado por estas inclemencias, fue uno de los primero en mostrar su generosidad.
El Gobierno trasandino puso a disposición la flota de aviones Lodestar de la empresa LAN al servicio de las necesidades a paliar, llevando un pronto auxilio a los damnificados.
Estos aviones de construcción americana se encontraban en servicio con la empresa chilena desde 1943. Las naves poseían una capacidad para 14 pasajeros; eran robustos y versátiles.
En medio del desarrollo de la acción solidaria, los Lodestar efectuaron numerosos vuelos a San Juan trasladando personal médico y los elementos más imperiosos. En el traslado se contemplaba realizar una parada técnica en el aeropuerto de El Plumerillo de Mendoza.
La ciudadanía chilena y sus autoridades habían reunido un importante lote de elementos para los damnificados de la tragedia sanjuanina.
El 20 de enero se dispuso que el Lodestar "503" CC-CLC realizara un viaje de urgencia a San Juan.
La tripulación de la nave estaba compuesta por los pilotos Eduardo Lazo Preuss y Eduardo Von Bischoffeshausen, junto con el consejero de LAN Alberto Cumplido Ducos y el mecánico Fernando Mella Ulloa.
El señor Alberto Cumplido viajaba como representante del gobierno chileno. Era el quinto vuelo realizado a lo largo del día. Al arribar al aeropuerto mendocino se le informó al Capitán Lazo que más de 2.000 heridos habían sido trasladados a hospitales mendocinos, por lo que podía desembarcar la carga de medicamentos en la aerostación.
El espacio libre podía ser aprovechado para acomodar en el avión a un grupo de médicos y enfermeras de la provincia de San Juan: Dr. Ernesto Banzon; Dr. Hugo Borgiani; Enfermera Blanca Klermos; Enfermera Angelina Zárate; Enfermera Angela Medina; Enfermera María Gughone. A este grupo se le sumó el soldado argentino Fernando Fernández.
La historia narra que ni bien el Capitán Lazo decoló, una carga de envases de leche se desacomodó, provocando un desbalanceo y la posterior caída de la nave. Los primeros reportes indicaban que el avión no pudo sortear una hilera de arboles estrellándose.
Al conocerse la noticia, la conmoción en San Juan fue enorme.
A la desazón que había producido el terremoto, se sumaban la tragedia de quienes murieron en su afán por ayudar. Al otro lado de la cordillera la tristeza fue enorme. Tanto el Capitán Lazo como Bischoffshausen eran pilotos reconocidos y respetados, ambos con dilatada experiencia.
De esta manera, en la actualidad, encontramos en los alrededores de la ciudad de San Juan barrios que llevan nombres de Capitán Lazo, Mecánico Mella, Dr. Hugo Bardiani, o Enfermera Medina, que fueron sólo algunos de los sanitaristas que perdieron la vida en aquella ocasión.
Por Ascanio Mendoza
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